Las recientes amenazas de aumentos arancelarios de parte de la administración Trump y las consecuentes tensiones comerciales globales han sumergido a consumidores y marcas en un escenario inédito. De repente, la lealtad a una marca ya no es solo una cuestión de preferencia, sino una encrucijada donde el precio choca con la confianza y el origen. ¿Vale la pena seguir pagando más por esa marca internacional que siempre ha sido sinónimo de excelencia, o es momento de voltear hacia las alternativas locales? Este dilema trasciende lo puramente funcional; se adentra en el terreno de lo emocional, donde la percepción de estatus y la identidad juegan un papel crucial.