Stablecoins y peso digital

Stablecoins y peso digital:
¿cómo debe responder México a la disrupción monetaria global?
Por Luis Battilana, director general de Baufest México y líder de servicios para la industria financiera en Baufest Latam
El sistema financiero global vive un momento de inflexión. El auge de las stablecoins —activos digitales o tokens asociados a un activo real cuyo precio/cotización es más estable que el de otras criptomonedas — y la creciente exploración de monedas digitales emitidas por bancos centrales (CBDC, por sus siglas en inglés) están reconfigurando la arquitectura monetaria internacional. A junio de 2024, más del 98% de los bancos centrales en el mundo estaban investigando, probando o implementando sus propias monedas digitales, según el Fondo Monetario Internacional (FMI).
México no es ajeno a esta transformación. En 2021, el Banco de México (Banxico) anunció el desarrollo del peso digital, con el objetivo declarado de fortalecer la inclusión financiera. Sin embargo, el proyecto poco ha avanzado, mientras el mundo financiero privado pisa el acelerador. Bank of America, JPMorgan, Citigroup y otras instituciones globales ya exploran sus propias stablecoins para reducir fricciones en los pagos transfronterizos. Mientras tanto, en América Latina, Brasil ha logrado una adopción masiva de PIX —su sistema de pagos instantáneos impulsado por el gobierno, el regulador y la banca comercial—, que pese a enfrentar recientemente desafíos de ciberseguridad, sigue siendo un referente de innovación e inclusión en la región. Entonces, ¿cómo debe responder México?
La irrupción de stablecoins privadas —como JPM Coin o la reciente iniciativa de PayPal con su stablecoin PYUSD— representa un desafío creciente para los bancos centrales y reguladores financieros. Si bien su adopción aún es incipiente, estas monedas digitales, particularmente las respaldadas por dólares, podrían ganar tracción como medios de pago en ecosistemas digitales y transfronterizos. En este escenario, podrían competir con las monedas locales, sobre todo en nichos específicos como el comercio digital o las remesas.
En este contexto, el reciente lanzamiento de PayPal World —una iniciativa que busca conectar hasta dos mil millones de usuarios mediante la interoperabilidad con billeteras digitales locales como Mercado Pago— representa también un punto de inflexión en los pagos transfronterizos. En una región donde las comisiones por transferencias pueden superar el 30 % del monto enviado y los procesos manuales generan demoras e incertidumbre, esta plataforma podría reducir fricciones de forma significativa y dinamizar el comercio electrónico regional.
Aunque en países como México el efectivo aún predomina —con un uso que ha bajado del 94.5 % al 83.8 % entre 2018 y 2023, según el INEGI—, estas monedas digitales y nuevas formar de envíos de dinero plantean una pregunta clave para los reguladores: ¿cómo asegurar la vigencia del dinero soberano en una economía cada vez más digital?
Ante este escenario, Banxico debe evaluar este riesgo con seriedad. Tal como señala un informe de Atlantic Council (2024), uno de los peligros de no tener una CBDC competitiva es perder el control sobre el sistema de pagos y sobre los datos financieros que alimentan políticas públicas. Además, el uso masivo de stablecoins basadas en dólares puede reforzar la dolarización digital de la economía, reduciendo el margen de maniobra de cualquier banco central.
Inclusión financiera: una deuda pendiente
En México, la promesa del peso digital ha estado vinculada a la inclusión financiera. Sin embargo, esta transformación solo será posible si hay un esfuerzo coordinado entre tres actores clave: el gobierno, el regulador y la banca comercial. Hasta ahora, esa convergencia ha sido limitada.
Con un 55% de informalidad laboral y millones de personas fuera del sistema financiero formal, la digitalización por sí sola no garantizará inclusión. El acceso universal a la infraestructura digital (conectividad, dispositivos, educación financiera) y la confianza del usuario son condiciones indispensables.
El caso brasileño ofrece lecciones útiles: PIX fue impulsado por el Banco Central de Brasil, pero con una fuerte participación del gobierno federal y una estrategia agresiva de adopción por parte de la banca y las fintechs. Hoy, más del 70% de los adultos brasileños usan PIX, incluso en zonas rurales.
Un ejemplo concreto del potencial de una CBDC bien implementada es el proyecto JAM‑DEX en Jamaica, desarrollado en colaboración por el National Commercial Bank of Jamaica (NCBJ), el Banco Central de Jamaica (BOJ), el Ministerio de Finanzas y Baufest, que conformaron un equipo multidisciplinario para crear una billetera digital (Lynk) sobre la que se montó JAM-DEX, incrementando la inclusión financiera en torno al 200%.
Este caso revela varias lecciones relevantes para México: la importancia de una colaboración efectiva entre banco central, banca comercial, gobierno y un socio tecnológico; el valor de un lanzamiento ágil y centrado en el usuario; y la posibilidad real de impulsar la bancarización incluso en economías con altos niveles de informalidad.
¿Cuál es la oportunidad para México?
México tiene aún una ventana de oportunidad. Un peso digital bien diseñado puede contribuir a reducir la informalidad, facilitar el acceso al crédito formal y mejorar la recaudación fiscal. Pero requiere una visión clara, un liderazgo institucional y una narrativa que explique su utilidad concreta a la ciudadanía.
El peso digital no debe competir con otras soluciones como CoDi, las billeteras digitales o las fintechs, sino integrarse con ellas. Su ventaja comparativa debe ser la seguridad, el respaldo legal y la interoperabilidad total. En ese sentido, el gobierno debe definir políticas públicas que no solo impulsen el desarrollo tecnológico, sino que generen incentivos reales para que los actores de la economía —especialmente las pequeñas y medianas empresas— adopten el sistema.
La disrupción monetaria es un hecho. La pregunta no es si México debe responder, sino cómo y con qué rapidez. Si el país no toma decisiones estratégicas, corre el riesgo de quedar rezagado ante sus pares regionales y de perder soberanía monetaria frente a actores globales.
El futuro del dinero será digital. Pero debe ser también incluyente, seguro y soberano.