La cara incómoda del emprendimiento: la suerte
La cara incómoda del emprendimiento: la suerte
Pablo A. Ruz Salmones, CEO, X eleva Group
En un taller de emprendimiento que impartí hace algún tiempo, un asistente me preguntó cuál era la principal característica de los emprendedores exitosos. Recuerdo que mi respuesta no fue del agrado de todos, pero sigo convencido de su veracidad. La primera cualidad que mencioné —la perseverancia— no generó polémica ni sorpresa.
Cualquier libro de negocios coincide: la perseverancia es indispensable para construir una empresa exitosa. Claro, hay múltiples formas de ejercerla, pero eso es tema para otra discusión.
La segunda parte de mi respuesta fue la menos popular, no por mí, sino por la realidad que reflejaba: para triunfar como emprendedor, también se necesita suerte.
Una golondrina no hace verano
En esta columna, me gustaría explicar a qué me refería. Reconozco que mi postura es atípica en el ecosistema emprendedor, un ambiente que, sinceramente, nunca ha sido de mi preferencia. La obsesión por los pitches, los inversionistas, términos como “friends & family” y la cultura que rodea estos eventos me parece, permítanme decirlo, alejada de la realidad de la mayoría de los negocios, especialmente las PyMEs.
¿Cuántas empresas pueden permitirse años de financiamiento externo sin ser rentables? Muy pocas. La panadería, la ferretería o la escuela de tu barrio no operan bajo esa lógica.
Hay dos razones principales por las cuales la suerte tiene un papel importante en el éxito de un emprendedor:
Primero, porque el contexto define oportunidades. La perseverancia, la disciplina e incluso la inteligencia no garantizan el éxito económico. Una persona puede ser excepcional en estos aspectos, pero si nació en un entorno de pobreza, violencia o escasos recursos, sus posibilidades se reducen drásticamente. Incluso en países prósperos, nacer en "pueblo quieto" limita las oportunidades. De hecho, aun cuando todas esas cosas estén solucionadas, la relación con el dinero que la familia inculca en los hijos tiene un peso enorme: si el dinero es visto como algo negativo, ¿qué posibilidades hay de que tengamos éxito en alcanzar algo que desde siempre nos dijeron que era propio de gente mala?
Por supuesto que siempre hay casos excepcionales —gente que supera adversidades inhumanas—, pero como dice el refrán: “Una golondrina no hace verano". Usar esas excepciones para negar el papel de la suerte es, cuando menos, ingenuo.
Por el contrario, quienes nacen en privilegio tienen más probabilidades de éxito. Aquí, sin embargo, quiero enfatizar algo: no se trata de eliminar privilegios, sino de convertirlos en derechos universales. Una buena educación, las posibilidades de perseguir desde niño las pasiones de uno, no deberían ser privilegios, sino derechos. Como decía Cantinflas en “El Padrecito”: “Es un error querer acabar con los ricos, hay que acabar primero con los pobres”.
Gratitud, ante todo
El segundo factor por el que la suerte es esencial es porque en la vida, eventos fuera de nuestro control —guerras, crisis, enfermedades, pérdidas— pueden truncar Incluso los proyectos más prometedores. Muchas personas con talento y disciplina quedan varadas por circunstancias ajenas a su voluntad.
Así, el éxito —grande o pequeño— no se debe únicamente a nuestro esfuerzo - que por supuesto es indispensable. Es el resultado de una combinación: inteligencia (que no elegimos), una familia que nos apoyó (que tampoco elegimos), un entorno estable (que tampoco elegimos) y sí, por supuesto perseverancia y disciplina. Los primeros se deben a la suerte, los últimos no.
Reconocer esto no resta mérito; nos vuelve humildes y agradecidos.
Como escribió Schubert: "Rozamos el dolor ajeno, pero nunca lo vivimos igual". Comprender esto nos ayuda a mirar con empatía las realidades diversas que nos rodean, y entender que todos vivimos realidades distintas.
Advertencia final
Este artículo no pretende que quienes lo lean atribuyan todos sus problemas a la mala suerte. Si estás leyendo un portal de negocios como este, es probable que, como yo, tengas más privilegios que la mayoría. En ese caso, la suerte ya está de tu lado. Lo que sigue es perseverancia, estrategia y compromiso con el crecimiento.
Como me decían de niño: "La mirada en el cielo, los pies en la tierra y las manos en el trabajo". No elegimos nuestras raíces, pero sí decidimos hacia dónde crecer.




