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China: Un viaje al futuro desde la tradición

Cortesía

 

China: Un viaje al futuro desde la tradición

Pablo A. Ruz Salmones, CEO, X eleva Group

 


China es otro mundo. En todos los aspectos que uno pueda imaginar: lenguaje, comida, tecnología, deporte… Es distinto en casi todo.

 

Recientemente, gracias al Templo Shaolin de México, tuve la oportunidad de competir junto con otros atletas mexicanos en el “3er Festival Internacional de Deporte Tradicional” en Jiangyin, China. Para quienes leen con frecuencia esta columna de negocios y tecnología y no lo saben, además de mi trabajo como director de X eleva, practico Kung Fu y Tai Chi —también soy pianista, pero esa es otra historia para la que ya habrá tiempo—. En esta ocasión, además tuve la buena fortuna de ganar dos medallas de bronce, y la delegación mexicana hizo un magnífico papel con varias medallas más. Pero bueno, habiendo presumido los resultados, vayamos al grano: ¡qué distinto es China!

 

 Lo exótico y lo desconocido

 

En un mundo interconectado, cada vez quedan menos lugares que puedan considerarse exóticos y desconocidos. A mediados del siglo pasado, por ejemplo, los mismos estadounidenses veían la cultura mexicana como algo exótico, como se aprecia en el cine de la época. Hoy, dudo que alguien en Estados Unidos considere México de esa manera; un viaje aquí ya no causa asombro en esos lares, pues se ha vuelto relativamente usual. Un fenómeno similar ocurre con los viajes de mexicanos a Europa: aunque limitados a quienes tienen los recursos económicos, la interconexión global los ha hecho más comunes y, lo más importante, sabemos "qué esperar" al ir.

 

Sin embargo, aún existen destinos para el mundo occidental de los que uno no sabe qué esperar, como es el caso de varias naciones de Asia y África. Creo que China conserva ese aire de misterio para quienes vivimos de este lado del globo. Y ahora puedo constatar que el fenómeno es recíproco: muchas personas en China se tomaron fotos conmigo, en parte por mi cabello rizado, que varios tocaban con fascinación y que es muy raro allá. 

De tecnología y deporte

 

Sabemos que hoy en día, “todo” se hace en China, pero no la conocemos en realidad y, en mi opinión, China resulta exótica en muchos aspectos: desde el tecnológico y el artístico hasta el deportivo, pasando, por supuesto, por el cultural. En el ámbito tecnológico, me impresionó la facilidad de los pagos por teléfono. No es necesario cargar efectivo ni tarjetas; basta con un móvil para dar de alta una cuenta en WeChat o AliPay y realizar todo tipo de transacciones. Los automóviles chinos son otra realidad: en México tenemos una pequeña muestra, pero tras subirme a varios allá, me parecieron venidos del futuro. Además, la cantidad de cámaras de vigilancia en las calles revela una infraestructura increíblemente avanzada, capaz de soportar ese enorme flujo de datos.

 

En lo deportivo, ver el nivel de los competidores en televisión no se compara con hacerlo en vivo. Uno de ellos ejecutó antes que yo una forma con espada que quedará grabada en mi memoria por mucho tiempo. Su demostración de flexibilidad y fortaleza es testigo de la disciplina y pasión que lo acompañan. La producción del evento, de corte internacional, me pareció extraordinaria: desde la inauguración y las instalaciones, hasta una clausura que culminó con un increíble espectáculo de drones.

 

Riqueza material… y cultural

 

En el plano empresarial, la riqueza material de Shanghai y de China no deja dudas, y sus templos demuestran que esta va a la par de una riqueza histórica y cultural. Me impactó especialmente pasear por jardines tradicionales mientras, al fondo, se alzaba la Torre de Shanghai con sus más de 600 metros de altura; un contraste abrumador.

 

Pero la singularidad china no se limita a eso. El carácter ecléctico de muchos lugares queda ejemplificado por la sede del evento, Jiangyin: una ciudad evidentemente industrial, pero con hoteles de 70 metros de altura y un "pueblo acuático" que, de manera peculiar, imita una ciudad europea con varios centros comerciales y deportivos dentro. Este lugar alberga, por si no fuera ya dicha mezcla un tanto curiosa, un museo del caballo y ríos, pero su entrada es una enorme pagoda china y su coliseo, inspirado en el romano, está rodeado de esculturas de guerreros y filósofos chinos.

 

Dicho carácter también se percibe en la gente de las provincias —menos quizás en las grandes ciudades—, donde te tomaban fotos de un momento a otro y encontraban fascinante casi cualquier cosa que les pareciera nueva. Me gustaría pensar, no obstante, que esta actitud también se debía a la calidez característica que tenemos los mexicanos, y que era evidente por las estrepitosas risas que soltábamos en cada comida y restaurante donde nos presentábamos. 

 

Un camino de crecimiento

 

Esa calidez también fue patente por el muy amable recibimiento que me dio el Cónsul Miguel Isidro en Shangai, con quien tuve el honor de platicar de diversos temas, y a quien agradezco que me haya ayudado a tener una mejor comprensión de la realidad que vive China.

 

Todo esto contribuyó a formarme una imagen de ese país que, sin duda, no se transmite a través de películas o libros, ni a través de mis palabras, sino que debe vivirse.

 

¿Qué podemos aprender de ellos? Los intercambios culturales son valiosos precisamente por las lecciones que dejan. Y a mí, más que nada, me quedó claro que esa mezcla tan presente en China es algo que podríamos adoptar en México. Al fin y al cabo, también somos una cultura —o muchas— antigua, con innumerables facetas y, al menos en mi caso —pero creo que en el de muchos otros mexicanos—, con ganas de crecer y salir al mundo.

 

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