Una tierra de esperanza y oportunidades

Una tierra de esperanza y oportunidades

Pablo A. Ruz Salmones, CEO, X eleva Group


"Por primera vez en mil años, el mundo mirará a esta región no como un lugar de guerra y muerte, sino como una tierra de esperanza y oportunidades". Con estas palabras, Donald Trump describió Medio Oriente durante su reciente gira por Arabia Saudita y Qatar, una visita que selló acuerdos por cantidades estratosféricas en energía, tecnología y defensa. El mensaje fue claro: bajo su visión, la región se transformaría en un imán de progreso. Incluso reforzó la narrativa al declarar que Estados Unidos y Arabia Saudita "siempre serían amigos". Un contraste brutal con su retórica hacia otro "socio": México.

Cortesía
Pablo Ruz

La tierra de las oportunidades… que nunca llegaron

Recuerdo que cuando iba a la mitad de mi primaria, hace unos 20 años, los libros de texto vaticinaban que México sería una potencia global para 2030. Prometían vanguardia tecnológica, energía limpia y liderazgo manufacturero. Esa profecía se ahogó en burocracia, violencia, y una peligrosa complacencia social.

El año pasado, sin embargo, un destello de esperanza irrumpió, un faro, una estrella: el nearshoring. Ante la guerra comercial entre Estados Unidos y China, México parecía destinado a convertirse en la fábrica del mundo. Los titulares celebraban el "renacimiento económico", y por un instante, el país volvió a ser —en el discurso— esa tierra de oportunidades. Parecía que esta vez sí, el futuro le sonreía a México.

El sueño fugaz

La ilusión duró un tweet presidencial. Con Trump en la Casa Blanca, el nearshoring se esfumó bajo una lluvia de aranceles. "La palabra más bella del mundo", como él mismo los llamó, sepultó el Milagro Mexicano 2.0. Es tentador culpar a Trump: sus declaraciones son un blanco fácil, y su política agresiva ha tensionado hasta el límite nuestra política y nuestra economía. Pero la verdad es más incómoda.

Un matrimonio mezquino (y un divorcio catastrófico)

El problema no es Trump. Somos nosotros. Llevamos décadas fallando en lo esencial: innovación, colaboración y visión de largo plazo. Mientras China capacita a millones en inteligencia artificial y Arabia Saudita invierte billones en diversificar su economía, en México el gobierno y las empresas debaten si vale la pena invertir unos pocos dólares en capacitar empleados y modernizar procesos.

Quizá no han escuchado las declaraciones de Tim Cook, CEO de Apple, quien lo dijo sin rodeos: fabrican en China no por costos, sino por talento. ¿Cuántos inventores e innovadores mexicanos han huido a países donde "los valoran más"? La respuesta duele.

Este fenómeno de falta de innovación en México tiene una buena parte de sus raíces en el matrimonio entre la clase política y la clase empresarial mexicana que predominó durante buena parte del siglo XX: un matrimonio que, ayudado por un proteccionismo mal entendido, quitó cualquier incentivo de innovación para las empresas mexicanas.

Más recientemente, ante el estallido social que ha dado lugar a nuevos movimientos políticos en el país, derivado de la evidente corrupción que imperó en México en ese casamiento, el matrimonio acabó en un divorcio catastrófico entre la política y la empresa.

La importancia de un Plan México

La solución a la situación que enfrenta México no llegará con la benevolencia de Washington. Requiere algo más radical: un pacto transexenal entre academia, industria y gobierno para desarrollar lo que México nunca ha tenido: una cultura que premie al empresariado innovador, responsable y que vele por el bien de este país. Espero, con todas mis fuerzas, que el Plan México represente los primeros pasos en esa dirección. Si queremos salir adelante tiene que haber una alianza - transparente y honesta - entre empresarios y gobierno.

No hay que buscar al culpable de nuestra situación en el vecino del Norte. De hecho, diría yo, no vale la pena buscar al culpable en lo absoluto. Lo que pasó ya pasó. Enfoquémonos en la construcción de nuestro futuro: estamos ante una de las más grandes revoluciones tecnológicas de la historia; si no “tomamos al toro por los cuernos”, se nos va a escapar. Invirtamos, capacitémonos, y trabajemos todos de la mano para dejar de ser el "país del futuro" —ese futuro que nunca llega— para que nos podamos convertir, ahora sí, en la verdadera tierra de esperanza y oportunidades.

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