El 4 de julio y la libertad como producto

                                                             El 4 de julio y la libertad como producto

Pablo A. Ruz Salmones CEO, X eleva Group


Estados Unidos siempre ha significado muchas cosas para México. Ha sido una fuente de esperanza para muchos, símbolo de progreso económico y de democracia para otros, pero también fuente de enojo y desprecio para varios. 

Pablo Ruz
Pablo Ruz

Hace tiempo leí un libro de Zig Ziglar, uno de los más grandes vendedores de bienes raíces que ha tenido Estados Unidos, en donde afirmaba que este país no era el más grande del mundo ("the greatest country in the world") por tener a los mejores científicos o artistas, sino porque tenía a los mejores vendedores del mundo. Y nada se vende mejor que la libertad.

Freedom as a Product

La “libertad como producto” ha sido, probablemente, la mayor exportación que Estados Unidos ha hecho al mundo. A quienes son muy puristas, calificar la libertad como un “producto” podría parecerles poco menos que una blasfemia. Pero yo no lo creo así. La libertad, tanto en lo abstracto como en lo concreto, es algo que —en gran medida— se compra.

La libertad, me parece, puede entenderse desde muchas perspectivas; la independencia también. Pero hay algo que siempre ha sido cierto y continuará siéndolo: no hay independencia sin independencia económica. No hay libertad sin libertad económica.

Tan fuerte ha sido ese modelo, que incluso el mayor competidor de Estados Unidos hoy —China— ha hecho una extraña amalgama entre un sistema político comunista y un sistema económico liberal.

Una muestra perfecta del Freedom as a Product puede verse en las celebraciones del 4 de julio. Mientras que en México, por ejemplo, el uso de los símbolos patrios está fuertemente regulado en prendas o productos, en Estados Unidos es común ver la bandera y sus colores por todos lados, como un símbolo de expresión del patriotismo y del amor por la libertad que profesa su pueblo.

Esa libertad como producto es, en mi opinión, lo que en muchas personas genera una gran esperanza de ser parte de una nación como Estados Unidos, mientras que, al mismo tiempo, en otras genera una profunda aversión, al verla como algo vacío e incluso indigno.

Producto de la filosofía

Esta comercialización de la libertad —el American Dream, resumido en: every person has the freedom and opportunity to succeed— ha sido en gran medida la responsable de llevar a Estados Unidos a tener la fuerza que posee hoy. En México, por ejemplo, no tenemos una contraparte. De hecho, no existe una contraparte, al menos que yo conozca, en ninguna parte del mundo. Parte de esto quizá se deba a lo que decía Margaret Thatcher sobre su propia nación: “Inglaterra es producto de su historia; Estados Unidos, de su filosofía.”

Una vez más, habrá quienes no consideren digno calificar al American Dream como una “filosofía”. Pero lo que es innegable es que ha sido un modelo de éxito durante muchos años. Por supuesto, si lo comparamos con los grandes imperios de la historia, el auge y eventual declive de Estados Unidos parece más espectacular por su intensidad que por su duración. Pero esa es otra discusión.

La realidad —como prefiramos llamarle a esa filosofía del sueño americano— es que Estados Unidos creó un modelo… y el mundo entero lo compró. Un modelo basado en la idea de la libertad como producto; basado en que estas ideas podían exportarse a cada nación del mundo, con o sin resistencia.

Ser americano

De Estados Unidos pueden decirse muchas cosas. Cuando una nación es tan hegemónica, es imposible que las personas no tengan opiniones o sentimientos hacia ella —positivos o negativos. Es imposible no voltear a verla y preguntarse cómo llegó a donde está y, sobre todo, cómo convenció al mundo entero de adoptar su modelo económico y político.

Una respuesta muy probable la dio Ronald Reagan en su último discurso como presidente: “Puedes ir a vivir a Francia, pero no te puedes convertir en francés. Puedes irte a vivir a Alemania, Turquía o Japón, pero no te puedes convertir en alemán, turco o japonés. Pero cualquiera, desde cualquier rincón de la Tierra, puede venir a vivir a América y convertirse en americano.”

No sé si este 4 de julio, en la mente de los estadounidenses, esa frase aún se mantenga. Pero creo que la idea del sueño americano, la idea de que cualquiera debe tener la libertad y la oportunidad de tener éxito independientemente de su historia, es algo muy valioso. Es un buen producto. Y una idea que, como mundo, nos conviene comprar

Version Digital NEO

NEO 307

 

Dossier

 


Tiktok
publicidad programatica

 

Doppler