El origen de las marcas mexicanas

El origen de las marcas mexicanas: una mirada a nuestra identidad cultural
Por Jorge Ibarra, director general Mexa Creativa
En un mundo que ahora es tan globalizado, nos encontramos en medio de una tormenta arrolladora de marcas. Cada día surgen nuevas etiquetas, nuevas imágenes, nuevos relatos que forman parte de nuestro entorno cotidiano y ante esta ola desenfrenada, varias marcas han subsistido y, mejor aún, han entablado raíces más profundas en nuestra cultura.
Las marcas, en todo el mundo, pueden ser observadas desde diversas dimensiones: claro está su aspecto comercial, pero también su raíz cultural donde su nombre y sus historias juegan un papel fundamental para lograr este anclaje entre nosotros.
Por ello dedico este espacio para hablar del origen del nombre de algunas marcas mexicanas que han trascendido su función comercial para convertirse en símbolos de nuestra identidad colectiva y conocer algunas curiosidades que no son tan populares pero que forman parte de su propia historia.
El origen de las marcas a través de los nombres de sus fundadores
Una de las formas más comunes en que nacen las marcas es a partir del nombre de sus fundadores. En muchos casos, los emprendedores deciden ponerle su propio nombre a la marca como un reflejo de su visión y compromiso personal con el producto.
Este tipo de nombres no solo aporta un toque de personalización, sino que también refuerza la conexión emocional entre la marca y el consumidor, al asociar el éxito de la empresa con la figura de una persona o una familia.
José Cuervo: tradición y prestigio en un nombre
En el mundo de las bebidas alcohólicas, José Cuervo es una de las marcas mexicanas más emblemáticas. Fundada en 1795 por José Antonio de Cuervo, esta destilería ha sido la productora de uno de los tequilas más reconocidos a nivel mundial pues, en 2023 representó un tercio de la producción mundial de tequila, que superó los 651 millones de litros.
El uso del nombre del fundador, José Cuervo, no solo resalta el origen de la marca, sino que también refleja la tradición y la historia que acompaña al tequila, un producto profundamente enraizado en la cultura mexicana.
Roshfrans: una combinación familiar y muy peculiar
El caso de Roshfrans, una marca de aceites y lubricantes muy conocida en México y con presencia en más de 20 países, es un ejemplo claro de cómo el nombre de los fundadores puede darle un carácter personal a la marca.
Roshfrans fue fundada en 1952 por Rosa González y Francisco Franco, y su nombre es una combinación de los primeros nombres de ambos. Esta fusión no sólo remite a la historia familiar detrás de la empresa, sino que también transmite una sensación de cercanía y confianza al consumidor, como si la marca fuera un producto creado por una familia para las familias mexicanas.
Marinela: el nombre de una mujer que deja huella
La marca Marinela, famosa por sus deliciosos pasteles y galletas, proviene de la contracción de María Elena, la hija de Don Lorenzo Servitje, fundador de Grupo Bimbo. Para los mexicanos es inescapable recordar una infancia sin esta marca que también forma parte de nuestra rica cultura.
Y, por si fuera poco, esta marca de origen mexicano exporta productos a más de 20 países como Estados Unidos, China y naciones de Centroamérica.
¿Y la Salsa Valentina?
El nombre de la Salsa Valentina tiene un origen distinto y profundamente simbólico. Su fundador, Manuel Maciel Méndez, eligió este nombre en honor a Valentina Ramírez Avitia, una mujer soldado nacida en Tamazula de Victoria, Durango, que se disfrazó de hombre para poder luchar durante la Revolución Mexicana.
Este acto de valentía y amor por su patria inspiró el nombre de la popular salsa picante. Así, Salsa Valentina no solo representa sabor y tradición, sino también el coraje de una figura histórica que desafió las normas de su tiempo, convirtiéndose en símbolo de lucha y empoderamiento femenino.
Actualmente, este producto tiene presencia en la República Mexicana y algunos lugares de Estados Unidos como California, Texas e Illinois, aunque es posible encontrarla también en Canadá, España y países de Sudamérica.
La marca que le dio el nombre a una ciudad
En 1927, un grupo de trabajadores de la cementera Cruz Azul se organizó para fundar un equipo de fútbol. Dicho equipo logró escalar y cuando ascienden a la Primera División del fútbol mexicano enfrentó un problema: según el reglamento, ningún equipo puede hacer alusión a marcas comerciales, por lo que los directivos tuvieron que encontrar una solución creativa: renombrar a Jasso, Hidalgo, la población donde se ubicaba la planta, como Ciudad Cooperativa Cruz Azul.
De esta manera, el nombre del equipo representaría a la ciudad y no a la marca de cemento. La relación entre la marca y el equipo ha logrado crear una identidad única que va más allá del deporte, representando el esfuerzo, la resiliencia y el orgullo mexicano.
La marca al que el pueblo le puso el nombre
El mazapán De la Rosa es una de las marcas de dulces de mayor tradición en nuestro país y su nombre se lo debe no a su fundador, no a sus vendedores, no al equipo de Mercadotecnia. Su nombre proviene de la gente.
Antes de ser llamado mazapán De la Rosa, llevaba por nombre Conitas y su logotipo eran tres fresas, pero en aquel entonces había otra fábrica de dulces llamada El Cerezo, cuyo logotipo se conformaba de tres cerezas. Ante la posible confusión de marcas por parte de la gente, los fundadores de Conitas decidieron cambiar su logo por una rosa pues Guadalajara, localidad donde nace la dulcería, es conocida como la ciudad de las rosas.
No obstante el cambio de logo, la marca continuaba llamándose Conitas. Pero la gente identificaba más su mazapán por la imagen que por el nombre y cuando compraban mazapán encontraba varias marcas en la vitrina, pedía un mazapán al vendedor y si este tomaba otra marca, le decía: “No, no, no, el de la rosa'”.
Fue así como el fundador del famoso mazapán aprovechó este fenómeno para cambiar el nombre definitivamente a “De la Rosa”.
Del diminutivo al superlativo
En México, el diminutivo no solo se refiere a algo pequeño, sino a una forma de humanizar y hacer más cercanos los productos. En nuestra cultura somos muy dados a hablar en diminutivo, especialmente cuando se trata de alimentos y bebidas, pues nos conecta con una sensación de familiaridad, cariño y cercanía.
Es por ello que encontramos varias marcas, sobre todo en alimentos y bebidas, que utilizan este recurso en su nombre. Tal es el caso de las marcas de refresco Jarritos, Barrilitos y Chaparritas.
Todas ellas bebidas multisabor, nacidas en las décadas de los 50 y 60, que han establecido un fuerte lazo con los consumidores mexicanos. Y así como estas, encontramos tantas más como Gansito, Motitas o Nito, antes Negrito de Bimbo, pero que por razones de inclusión ajustó su nombre.
En sentido inverso los mexicanos contamos con una marca grandota en nombre y cariño: Jabón Zote, una de las marcas de jabón más tradicionales de México. Fundada en 1950, su nombre proviene de un término coloquial que hace referencia a algo grande o voluminoso. Este nombre refleja la naturaleza del jabón, que se caracteriza por su gran tamaño y su versatilidad en el hogar mexicano y que, además, exporta el 15% de su producción a países como Estados Unidos, Canadá, Corea del Sur, China, Ghana, Ecuador, Argentina y Jamaica .
Con independencia del uso de un diminutivo o un superlativo en su nombre, estas marcas han conquistado un lugar grande en el corazón de los mexicanos y forman parte de nuestra cultura popular.
Las marcas mexicanas han dejado de ser solo productos para convertirse en símbolos culturales que acompañan el día a día de los mexicanos. Más allá de su logotipo y eslogan, cada una tiene una historia que conecta con nuestras costumbres y con la forma particular en que entendemos el mundo. Conocerlas no es solo un ejercicio de marketing, sino una manera de asomarse a las complejidades de nuestra identidad colectiva.
En este contexto, las agencias de comunicación debemos ver más allá de las métricas de mercado. Más que diseñar campañas en serie, nuestra labor debe ser el explorar el valor simbólico de las marcas mexicanas, subrayando sus vínculos con la historia, la identidad y los afectos de quienes las consumen.