Mexi-malismo: la esencia que no cabe en beige
Mexi-malismo: la esencia que no cabe en beige
Por Francisco Ahumada, Director Creativo de Brandsight México
México nunca ha sido minimalista. Nuestra historia, nuestras calles y nuestros sabores lo gritan a todo color: vivimos rodeados de expresiones saturadas, contrastes audaces y mezclas que nunca temen al exceso. Mientras otras culturas apuestan por la sobriedad del “quiet luxury” o por la discreción de un beige impecable, nosotros hemos creado algo distinto: el Mexi-malismo.
Ser Mexi-malista es aceptar que nuestro folklor, nuestros sincretismos y nuestros sabores se entretejen en una sinfonía de estímulos que seducen y sorprenden. Lo vemos en un tianguis, donde las lonas recicladas de campañas políticas derrotadas se transforman en toldos vibrantes; en los puestos de tacos que combinan sabores no tradicionales sobre un mismo plato; en las cervezas que se reinventan con mezclas de jugos y colores que parecen sacados de una paleta pop; o en los sonidos callejeros donde: “Se compran colchones, tambores, refrigeradores, lavadoras, microondas o algo de fierro viejo que venda” sin importar si estás en Ecatepec o Santa Fe. Aquí, la saturación no es exceso: es autenticidad.
El Mexi-malismo celebra la abundancia visual y sensorial. Vestimos con capas de color y bordados que cuentan historias o estampados que conviven sin pedir permiso. Cocinamos sin miedo a transgredir la receta original, reinventando platillos con ingredientes inesperados. Bailamos con la convicción de que la vida sabe mejor cuando se comparte y se desborda en comunidad. Somos anfitriones desde una comida improvisada en la banqueta hasta un festival que convierte la calle en pista de baile, siempre con una mezcla de alegría, ruido y calidez.
Esta forma de vivir es la antítesis de lo monocromático. Hacemos frente a un mundo que aplaude la neutralidad y la discreción, levantando la mano para mostrarnos como somos: expresivos, intensos y profundamente honestos. El Mexi-malismo no es moda ni tendencia pasajera; es identidad. Es Latinoamérica en su máximo esplendor, es México abrazando lo que lo hace único: una riqueza expresiva que conecta, que contagia y que nunca pasa desapercibida.
Porque en un mundo cada vez más beige, que celebra paletas opacas y experiencias “aesthetics”, México explota como una fiesta de color y movimiento. Y ahí radica nuestra verdadera fuerza: en un más con más que no pide permiso, que rompe silencios y que siempre invita a vivirlo. El Mexi-malismo es exceso con sentido, es saturación que cuenta historias, es ruido que emociona. Y es justo esa intensidad la que nos permite reconocernos, reinventarnos y compartir con el mundo la esencia de lo que somos: un país que no cabe en moldes minimalistas porque su naturaleza es, y siempre será, desbordante.
